febrero 01, 2020
Hola, soy Vaquerita. Puedo contarles por experiencia propia que la adopción de perros en la pandemia fue una realidad. Contrario a lo que muchos lomitos sufrieron al ser abandonados, yo fui una de las peluditas afortunadas en encontrar familia durante la cuarentena. Les cuento un poco de mi historia.
Me dejaron amarrada en la Glorieta de Vaqueritos en la Ciudad de México. Así como lo leen: amarrada. Se les hizo fácil hacerlo. De esa manera fui un perro más en la estadística de canes que son tratados como cualquier objeto desechable. Pero duró poco ese infortunio.
Humanos extraordinarios me rescataron. Gracias a esos seres, me libré de un futuro desdichado. Posteriormente una bella y magnífica mujer cuidó de mí mientras llegaba el momento de tocar el corazón de quienes me darían un hogar.
¡Y aparecieron! Mis humanos adoptantes me vieron y quedaron cautivados de inmediato conmigo. Fue adopción a primera vista. Entendieron perfecto mi edad, tamaño, y no pusieron pero alguno para integrarme a su vida. Se rifaron para darme la noticia de que pertenezco a los perros en la pandemia que encontró hogar.
Gracias Susana Demirjan por rescatarme y llevarme a resguardo.
Gracias Elizabeth Salazar por enseñarme lo que significa ser querida por alguien, por mostrarme un mundo distinto al que conocí a través de sentir un techo temporal, comida y cariño. Fuiste primordial para que volviera a creer en la gente. Me devolviste la esperanza.
Gracias Toño y Luis por darme todo lo que nunca imaginé tener, especialmente amor. Ustedes y yo tendremos muchas anécdotas por vivir juntos. Mi lealtad se la ganaron.
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